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En su sentido más amplio, la artritis se refiere a la inflamación de las articulaciones, que conduce a la producción de quinina y a la destrucción progresiva de las articulaciones. En sentido estricto, se refiere a más de cien formas diferentes de inflamación que afectan a tendones, ligamentos, nervios u otros componentes del sistema musculoesquelético[1].
La artrosis también es una enfermedad que afecta a las articulaciones, pero no por inflamación sino por rotura del cartílago, caracterizada por dolor mecánico (cuando el cuerpo está en movimiento) y que puede causar problemas inflamatorios[2].
Se trata, pues, de dos enfermedades de la familia de los reumatismos que provocan dolores que a veces pueden ser incapacitantes, pero que difieren tanto biológicamente como en sus causas y tratamientos[3].
La artritis tiene una causa infecciosa, inmunitaria o metabólica. La deformación de la articulación se denomina "caliente" porque aparece físicamente en forma de enrojecimiento o recalentamiento local cuando el cuerpo está en reposo.
La artrosis es una patología mecánica ligada a menudo a la edad o a una actividad deportiva extrema, que conduce a una ruptura del cartílago, dejando los huesos expuestos unos a otros. Se conoce como deformidad articular "fría" porque no es visible a simple vista, y el dolor se siente cuando el cuerpo está en movimiento. Las articulaciones más propensas a la artrosis son el hombro, la rodilla, la cadera, el pie y las articulaciones facetarias de la columna vertebral[4].
La artritis reumatoide o AR es un tipo inflamatorio de artritis que suele afectar a las rodillas. La artritis reumatoide de la rodilla la enfermedad autoinmune. El sistema inmunitario del organismo ataca por error al tejido sano[/caption].
Como estas dos enfermedades suelen provocar dolores más o menos idénticos (aunque las causas y los momentos de aparición difieran, véase más arriba), la profesión médica las trata de forma paralela. Alrededor de una cuarta parte de los franceses padecen problemas articulares, que pueden provocar rigidez y dolores incapacitantes. Por desgracia, estas enfermedades aún no tienen cura, razón por la cual nos interesa el CBD.
Numerosos estudios científicos han demostrado las propiedades antiinflamatorias del cannabidiol. Se utiliza ampliamente para tratar el dolor y reducir la inflamación causada por estas enfermedades. Esto se debe a que interactúa con dos receptores en el cerebro, CB1 y CB2, que desempeñan un papel en el movimiento, la coordinación y el sistema inmunológico[5]. Por lo tanto, se cree que el cannabidiol actúa a la vez como analgésico para reducir el dolor asociado a estas enfermedades y como antiinflamatorio para reducir el impacto de estas enfermedades en las articulaciones.
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Se han llevado a cabo varios estudios científicos prometedores (principalmente en animales en 2011, 2014, 2016 y 2017)[6], que siguen en curso, en un intento de demostrar el impacto del uso del CBD en el tratamiento de estas enfermedades y/o la reducción del dolor asociado.
Más recientemente, en 2019, un estudio realizado en Estados Unidos en humanos demostró el impacto positivo del CBD en la artritis para el 54 % de los sujetos analizados[7].
También en 2019, en la conferencia anual de reumatología[9], una encuesta del Registro de Investigación del Poder de la Artritis de Estados Unidos[8] mostró que el 93,7 % de los pacientes informaron de alivio del dolor de la osteoartritis o la artritis gracias al CBD .
Las personas que padecen enfermedades reumáticas como artritis y artrosis pueden utilizar el CBD como complemento de la medicina tradicional para evitar los efectos secundarios de la toma de antiinflamatorios.
El aceite de CBD debe aplicarse en las articulaciones doloridas mediante masaje y/o ingestión, colocando unas gotas debajo de la lengua con una pipeta. ( La dosis perfecta dependerá de cada individuo, tamaño corporal, intensidad del dolor, etc. Es recomendable empezar con dosis pequeñas, es decir 4 gotas al día para un aceite al 10% de concentración y si es necesario aumentar la dosis.)
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